Introducción
¿Necesitamos una filosofía?
Antes de empezar, uno podría preguntarse: ¿Es realmente necesario preocuparnos
de complicadas cuestiones científicas y filosóficas? Semejante pregunta
admite dos respuestas. Si lo que se quiere decir es si hace falta saber estas cosas
para la vida cotidiana, la respuesta es, evidentemente, no. Pero si aspiramos a
lograr una comprensión racional del mundo en que vivimos y de los procesos
fundamentales en la naturaleza, la sociedad y nuestra propia forma de pensar,
entonces la cosa se presenta de una forma totalmente distinta.
Aunque parezca extraño, todos tenemos una filosofía. Una filosofía es una
manera de interpretar el mundo. Todos creemos que sabemos distinguir entre
el bien y el mal. Sin embargo, es una cuestión harto complicada que ha ocupado
la atención de las grandes mentes a lo largo de la historia. Cuando nos vemos
enfrentados con hechos tan terribles como la guerra fratricida en la ex
Yugoslavia, el resurgimiento del desempleo o las masacres en Ruanda, muchos
confesarán que no entienden de esas cosas y, a menudo, recurrirán a vagas
referencias a la “naturaleza humana”. Pero, ¿en qué consiste esa misteriosa
naturaleza humana que se presenta como la fuente de todos nuestros males y se
alega que es eternamente inmutable? Esta es una cuestión profundamente
filosófica que pocos intentarían contestar, a no ser que tuvieran inclinaciones
religiosas, en cuyo caso dirían que Dios, en su sabiduría, nos creó así. Por qué a
alguien se le ocurriría adorar a un Ser que crea a los hombres sólo para gastarles
tales faenas es otro asunto.
Los que mantienen con obstinación que ellos no tienen ninguna filosofía se
equivocan. La naturaleza aborrece el vacío. Las personas que carecen de un
punto de vista filosófico elaborado y coherente reflejarán inevitablemente las
ideas y los prejuicios de la sociedad y el entorno en que viven. Esto significa, en
este contexto dado, que sus cabezas estarán repletas de las ideas que absorben
de la prensa, la televisión, el púlpito y el aula, las cuales reflejan fielmente los
intereses y la moral de la clase dominante.
Por lo común, la mayoría de la gente logra “ir tirando”, hasta que algún
gran evento les obliga a reconsiderar las ideas y valores a que están acostumbrados
desde su infancia. La crisis de la sociedad les obliga a cuestionar muchas cosas
que daban por supuestas, haciendo que ideas aparentemente remotas
se vuelvan de repente tremenda mente relevantes.
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